Las obras de Edward Hopper en la literatura: La desaparición de Stephanie Mailer

En su última novela, La Desaparición de Stephanie Mailer (2018), los responsables de Penguin Random House Mondadori Alfaguara II & Hermanos (bis) eligieron una portada fabulosa en homenaje a uno de los más grandes pintores realistas americanos contemporáneos. En Postposmo nos gusta la pintura, pero no tanto como el cine, la literatura y la música. No podemos considerarnos apasionados de la pintura. Pero nos gustan mucho las obras de Edward Hopper. Casi puede decirse que nos leímos el anterior bombazo de Dicker, La verdad sobre el caso Harry Quebert, más por el estilo de la portada que por el deseo de unirnos a los cuatro millones de felices lectores que ya habían descubierto quién fue el que mató a la niña esa.

De la técnica de Edward Hopper siempre se han dicho cosas como que usaba luz cinematográfica o que era un fotógrafo sin saberlo. Seguramente en alguna esquina de estas ideas se pueda encontrar la razón de ser de este artículo. Hay mundo más allá de Nighthawks. y La autómata. Nos gusta tanto Hopper que hasta vemos cine austriaco:

La portada de La Desaparición de Stephanie Mailer, recuerda a la formidable colección de fotografías à la Hopper  de Richard Tuschman. Merece la pena echarles un buen vistazo, el hombre es un fuera de serie: primero monta y pinta pequeñas maquetas tamaño juguete del escenario de la fotografía, y luego inserta a los modelos en la imagen con Photoshop. Los resultados son de puro genio.

Aquí Morning Sun (1954) junto a su interpretación fotográfica:

Fotografía de Richard Tuschman (izquierda) junto al ‘Sol de mañana’ original de Hopper.

Fotografía de Richard Tuschman (izquierda) junto al ‘Sol de mañana’ original de Hopper.

Así pues, fue una genial noticia que el año pasado el bueno de Richard Tuschman hubiese logrado un nuevo escaparate para su talento creativo, esta vez en la cubierta de un mega lanzamiento editorial para Alfaguara. Como las obras de Hopper, sus imágenes casan muy bien con lo que viene siendo el cometido principal de una novela. Él mismo lo explica mejor que nadie en su web:

“Siempre me ha gustado el modo en que los cuadros de Hopper son capaces de hablarnos, con muy pocos medios, de las complejidades y misterios de la naturaleza humana”

No obstante, y tras darnos una vuelta por su portfolio para ver el original que ahora ilustra la cubierta de la nueva novela de Joel Dicker y la fotografía no está. La fotografía no es suya. Entre sus trabajos hay un Morning sun similar, pero ni rastro de la fotografía de Random House Alfaguara entre la colección de Richard.

Fotografía de Ed Lachman inspirada en el cuadro 'Morning sun' de Edward Hopper

Fotografía de Ed Lachman inspirada en el cuadro ‘Morning sun’ de Edward Hopper.

Tras una breve investigación, nos topamos con la fotografía en la web del museo Thyssen de Madrid, en una página dedicada a una muestra de Edward Hopper en la que el especialista en iluminación cinematográfica Ed Lachman recreó en un set real el famoso cuadro Sol de mañana.

La fotografía usada en la cubierta de la novela figura en esta web en forma de mini miniatura sin título. En la solapa del libro está atribuída a Ed Lachman, si bien Uly Martin (fotógrafo de El País) tiene una versión muy similar, aunque tomada desde un ángulo que no es cien por cien frontal. La imagen habla por sí sola y queda fetén en la portada, a pesar de la extrañeza que provoca ese contraste entre la luz dura que cae sobre la modelo, perfectamente nítida, y ese fondo pastel de pared verdosa hecha a base de pinceladas.

Dada la naturaleza casi cuadrada de la imagen y el formato vertical del libro, los responsables de arte de la editorial se han servido de la herramienta de tampón clonador (muy respetuoso) para rellenar la parte superior de la habitación:

La desaparición de Stephanie Mailer, por Joel Dicker y publicado en Alfaguara

La desaparición de Stephanie Mailer, por Joel Dicker y publicado en Alfaguara.

Antes de este lanzamiento, Alfaguara ya había usado Haskell’s house para ilustrar la cubierta de El libro de los Baltimore y Portrait of Orleans para La verdad sobre el caso Harry Quebert. También podemos encontrar al pintor americano en la cubierta de Los amores confiados de Luisgé Martín, de nuevo en Alfaguara. En esta ocasión, el cuadro es Verano en la ciudad, el cual está en versión fotográfica en la cubierta de Un libro de mártires americanos, por Joyce Carol Oates. Esta vez, la fotografía corresponde a otra entusiasta de Hopper, la holandesa Laetitia Molenaar (cuya obra fotográfica es igualmente digna de estudio).

Llegados a este punto, podemos empezar a volvernos locos en Google: la enumeración de obras de Edward Hopper en portadas de libros es casi interminable y, ni mucho menos, coto exclusivo de Random House Alfaguara.

Libros con cuadros de Edward Hopper en la portada

Hopper, Hopper everywhere.

No es de extrañar que el estilo de las obras de Edward Hopper guste tanto entre los editores. La lectura, como acto privado, es un acto solitario. Si, encima, es de novela, casi siempre se trata de un ejercicio de búsqueda, de autorrealización, de meditación y de preguntas sin resolver, todo con la cara muy de haber estado comiendo clavos y los ojos a media persiana, nostálgicos de los días en los que la vida no parecía tan perra.

Eso es Hopper.

O si no, que se lo digan a la mujer de Hotel Room, tan angustiada la pobre, sin saber que el futuro le deparaba un estrellato eterno de anaquel de biblioteca. Lo cuenta de manera muy resuelta Javier Coria en una entrada repleta de portadas clonadas.

Lo sospechábamos y nos vemos condenados a confirmar: que te gusten las obras de Edward Hopper es muy mainstream. A nadie puede no gustarle porque, en el fondo, somos todos unos llorones come clavos. En el fondo, no tenemos ni idea de pintura.


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